Y tus aguas mojaban mis pies,
La arena tan fina quedaba en mis plantas,
Me quede quieta,
Contemplando tu grandeza.
Y no sabía si correr hacia ti
Y sumergirme en tu calidez,
O quedarme allí parada,
Lo más quieta posible,
Para no molestarte.
Elegí lo segundo,
Ante aquella majestuosa
Y tranquila tarde de otoño,
No habría dos instantes iguales
Jamás ese mismo sol tocaría mi piel.
Disfrute cada segundo,
A tu lado, junto a ti,
Unidos con el murmullo de las olas,
El viento, y tu olor a sal.