La tristeza a veces llega, lenta, sigilosa y segura. Consiente de su poder y su influencia. Viene a llenarnos con ella por alguna u otra razón, y a pesar de todos los esfuerzos por evitarla o evadirla, sigue allí. Como un parche mal puesto que no te puedes quitar.
Es en esos momentos cuando quieres estar completamente solo, que te preguntas tantas cosas, muchas sin sentido, otras sin razón, pero fluyen y rondan en tu cabeza, una y otra vez. Que le puede doler mas a un ser humano que su propia muerte? La muerte de un ser amado tal vez, las perdidas económicas, la falta de Dios? La falta de fe? No se.
La tristeza esta alojada en mi habitación, como una visita inesperada, que no sabes que vendría pero llego, y no sabes cuando se ira, pero permanece.
mientras tanto, alejando las personas que amas como para no contagiarlas, sigues allí, tan quieta y distante, das la sensación de ser de piedra, inmutable, fuerte, contra viento y marea, pero la verdad es que detrás de esa mascara, detrás de esa fortaleza y esa apariencia existe un ser tan normal como cualquier otro, que ha vivido quizás experiencias mas profundas y destructivas, pero al fin y al cabo humano, imperfecto, que sigue cometiendo errores, que se equivoca y que siente tristeza de vez en cuando, y que las razones para ello son tan variables como la arena del mar.
La tristeza nos sirve para poder apreciar aun mas los momentos de alegria.